Powered By Blogger

viernes, 30 de marzo de 2012

PRIMERAS EMOCIONES TRAS EL DIAGNÓSTICO



PRESENTACIÓN

Esta entrada aborda lo relacionado con las primeras emociones de las madres, padres, familiares del niño o niña que ha sido diagnosticado con cáncer.  Relato mi propia experiencia al conocer que mi hijo tenía cáncer.  Espero que pueda orientar nuestras preocupaciones iniciales y el stress que se genera en el entorno familiar al conocer la nueva situación.

Es el primero de varios post que van a ayudarte a armar un Plan de Acción para hacerle frente al cáncer.
¡Espero que les sirva de apoyo!


Querida mamá:

Cuando supe que mi hijo tenía cáncer, el mundo también se me vino abajo. 

No esperaba un diagnóstico como este y por eso me resultó muy doloroso:  


Me invadió una profunda tristeza, mucha rabia y desconsolación.  No entendía por qué me estaba pasando esto.

Pero hoy en día, después de haber terminado el proceso con mi hijo, creo que aprendí algunas cosas que fueron clave. Y veo aquellos primero momentos de otra manera.

Hoy quiero compartir contigo lo que aprendí, con la esperanza de que puedan ayudarte a mantener el ánimo y no rendirte jamás.  El tratamiento del cáncer se puede hacer largo y es una experiencia muy dura, pero es posible superarla e incluso sacar buenas lecciones de ella.  Cada persona vive las experiencias de vida de manera distinta, pero muchas palabras de apoyo que recibí, muchos consejos e información de experiencias de otros, me sirvieron para continuar y para ayudar a mi hijo a comprender esto que nos sucedía. Por eso, hoy quiero compartir estos aprendizajes.  Espero que mis palabras te ayuden.


A. A pesar de todo, hay  buenas noticias

Después del diagnóstico, cuando ya hemos recibido la noticia de nuestro médico, pareciera que estamos en una pesadilla. Yo recibí la noticia en el cine, viendo una película infantil con mi hijo y mi esposo,  y no podía parar de llorar. En silencio lloré durante toda la película y luego lloré por un par de días más. Sólo me calmaba a ratos o cuando notaba que mi hijo podía darse cuenta de mi tristeza. De pronto me pregunté ¿por qué he llorado tanto? Descubrí dos cosas: lloraba porque temía que mi hijo muriera y porque sin él nada de mi vida tendría sentido. Desde siempre, el cáncer es una palabra fatal que nos lleva a pensar de inmediato en la muerte.  También lloraba porque sabía que el tratamiento para el cáncer es complicado y doloroso,  porque presentía que la experiencia que se aproximaba no iba a ser agradable ni para él ni para mí.

Ambas cosas son ciertas, pero investigando un poco encontré que antes de los años 50, cuando un niño era diagnosticado con leucemia su promedio de vida era de 20 semanas, y únicamente 2% de ellos lograba sobrevivir más allá de 52 semanas. En aquél momento, la noticia que nosotros hemos recibido sí tenía realmente consecuencias fatales. Y esto se quedó en el imaginario de las personas. Por eso, mucha gente sigue creyendo que el diagnóstico de cáncer significa que la persona va a morir. Y eso no es así.

Hoy en día, las cosas son diferentes:
¡70% de los niños/as diagnosticado con cáncer sobrevive! 

Y muchos de ellos logran llevar una vida completamente normal, incluso después de culminar sus tratamientos.  Esto es lo que debemos pensar de ahora en adelante: nuestro hijo/a tiene un amplio margen de capacidad para superar el cáncer (70%) y nuestra actitud lo puede ayudar a sentirse seguro, confiado y tranquilo durante todo el tratamiento.

B. ¿Qué debemos y podemos hacer?
Durante los días siguientes de enterarme del diagnóstico, me percaté de que mi hijo se sentía muy intranquilo, nervioso y triste cuando yo me sentía mal.  Pero él se mostraba tranquilo cuando yo encontraba serena.  De esta manera me propuse mantener la calma y tratar de dominar la situación, en la medida de mis posibilidades.  
Comencé a buscar más y más información y conseguí un libro que fue muy inspirador y me dio las claves para sentirme tranquila.  Cuando mi hijo me vio segura y determinada, él también se contagió de esa fuerza.  Así que, querida mamá, lo primero que puedes hacer es sentirte confiada en que debes  dominar la situación para salir adelante.

El libro del que hablo, se llama Cancer: guía total de Salud[1] y contiene una serie de recomendaciones para pacientes con cáncer, bajo el concepto de Paciente Activo.  Pero su propuesta no incluye a los niños y niñas.  Por eso me tomé la libertad de hacer unas adaptaciones a nuestra situación y son las que voy a compartir en las próximas publicaciones del blog.

Básicamente, lo que hice fue lo siguiente:
  1. Aceptar que el cáncer había llegado y que eso iba a cambiar nuestras vidas.
  2. Buscar la mayor cantidad posible de información acerca del cáncer en general y sobre el tipo específico de cáncer que tenía mi hijo.
  3. Organizarme. Compré carpetas y un cuaderno para hacer todas las notas acerca de la nueva información, nombres de médicos, nuevos términos, etc.
  4. Buscar oncólogos y de todos los que visité (en total 6) seleccioné la que nos resultó más empática, clara y amable.
  5. Combatir la desesperanza y mantenerme tranquila y mantener a mi hijo tranquilo y esperanzado en que se sanaría. 
  6. No autoculparme por lo que estaba sucediendo: deseché completamente de mi cabeza la idea de que el cáncer es un castigo o de que nos tocó vivir eso por algo que hice. Eso también se lo transmití a mi hijo con vehemencia.
  7. Usar la risa como terapia, inventé muchos chistes acerca de la situación, veía películas cómicas con mi hijo y trataba de hacer que él se riera de muchas cosas cotidianas o de que se sintiera feliz (haciendo cosas agradables o simplemente viendo comiquitas que le gustaran mucho o leyendo libros graciosos y de chistes)
En los siguientes post voy a describir qué hice concretamente, en cada una de las acciones del plan que describí...


¡Un abrazo y mucha fuerza!





[1] Thiboldeaux, Kim.  Cancer: Guía total de salud. Ediciones Robinbook, Barcelona, 2010. 

1 comentario:

  1. Son emociones compartidas por todos los que reciben ese diagnóstico. Es común pensar "¿por qué a mí?". Y luego, cuando ves a tantos enfermos haciendo sus tratamientos, entiendes que es "¿Y por qué no a mí?". Y es rabia, miedo, mucha ira, tristeza...hasta que aceptas y empiezas a actuar.

    ResponderEliminar